Las derrotas de Cristiano Ronaldo, Lionel Messi y otros que llevaban la batuta del favorito ha generado casi un consenso en mis redes sociales, que aseguran que la Champions está loca o qué por lo menos es tan atípica como ver a los mejores jugadores del mundo competir a estadio vacío. Quizá es que no estábamos listos o ignoramos todas las señales que anunciaban el inevitable declive de nuestros ídolos.
La Champions no está loca ni mucho menos, es que así es el fútbol y la rivalidad entre Ronaldo y Messi nos hizo creer lo contrario, nos mal acostumbró a pronunciar los mismos nombres de los pocos equipos que turnaban la silla del Olimpo Europeo.
Pero el fútbol es pasajero, efímero y los que un día fueron invencibles hoy ya están cansados y otros más jóvenes empiezan a empujar para reclamar su momento que la juventud les otorga. ¿Cómo se frena este tren? ¿Cómo se le puede enfriar un partido al tiempo?
Pero es que así es el fútbol, estoy seguro que a los que nos gusta esto pronto nos vamos a acostumbrar a pronunciar los apellidos Upamecano y Aouar, así como en algún momento lo hicimos con Schweinsteiger o Djorkaeff.
Los ocasos de los cracks futbolísticos siempre son difíciles de asimilar, como si al mismo tiempo que vemos a nuestros ídolos despedirse para siempre de una cancha de fútbol aceptamos que nosotros también en algún lado tenemos una etiqueta con fecha de caducidad.
Pero ni Messi, ni Cristiano, ni nadie están exentos al juicio del tiempo y su cuerpo poco a poco dejará de ser el “óptimo” para las competiciones más exigentes de este deporte. Y sus apellidos dejarán de estar constantemente en el once titular y quizá de vez en cuando los veamos entrar de cambio a 15 minutos del final, luego a 10 y luego entrarán al 89 como se lo hicieron a Totti en la Roma o quizá hagan las de Gerrard o Schweinsteiger y se vayan a Estados Unidos para invertir sus últimos días como futbolistas para engrosar su bolsillo.
Y ya con los años quizá los escuchemos comentando en la tele o dando órdenes desde un banquillo mientras toda su gloria quedará resumida en los libros de historia o comprimida en una anécdota que dicen los periodistas cuando en el partido no está pasando nada.
Así es el fútbol.