Al esculpir la piedra y manejar una máquina mortal que en un segundo llega al hueso, el cuerpo tiene que estar bien posicionado en el suelo negando la gravedad a … Continúa leyendo 8.0

Al esculpir la piedra y manejar una máquina mortal que en un segundo llega al hueso, el cuerpo tiene que estar bien posicionado en el suelo negando la gravedad a … Continúa leyendo 8.0
La creación poética es justamente la puesta entre paréntesis del cálculo racional práctico mediante una técnica que, en el caso de la poesía, por medio del ritmo de composición de las imágenes-metáfora, nos orienta hacia un aspecto olvidado de la realidad. No la realidad solidificada, sino el impulso, el movimiento mismo de la realidad.
La epistemología histórica propone una mirada multifocal y pragmática, orientada a entender cómo el conocimiento se produce –con sus propias credenciales de validez– a partir de condiciones materiales, cuya diversidad puede ser tan amplia como los contextos mismos en donde se hace ciencia.
So basically, logramos ver menos de lo que creemos. Incluso es posible agregar que, al ver nuestra propia imagen todo el tiempo (as inaccurate as this might be), se nos escapan los cambios minúsculos que ocurren día a día y año con año, evidencia irrefutable de la existencia del tiempo. La idea de una persona cuya autoimagen es más joven de cómo es percibida por los demás se encuentra, al menos, en mi top 10 de fantasías aterradoras.
Yo no preño a nadie. Mi filia no es la del padrote en la pocilga (y que conste: no le llamo despectivamente ‘cerdo’ a Deleuze, sé que no se enojará, no quien reconoció su y nuestra condición de larvas; por el contrario, abrazo y aplaudo a mi colega sofófilo).
Quizás sí deseamos confundir el amor con el vínculo, quizás porque nos imaginarnos diluyendo la diferencia, al fin. Pero la alteridad no es superada en el amor, es del todo insuperable. Tu modo de encontrar el mundo y gesticular la experiencia, la metáfora de tu otredad es lo que inspira mi contemplación.
Si alguien ha escrito unas memorias de forma magistral, ese ha sido el filósofo Claudio Gutiérrez. Su logro es tan eximio que me atrevo a colocarlo a la altura de las mejores exposiciones del género autobiográfico del que tengo conocimiento.
Iré contrasentido y diré que la existencia es Caos. Que Eros es aquel impulso ordenador, la interpretación. Y Cosmos, la comprensión -o, aun mejor- un círculo de sentido.
La dirección de la investigación científica complementada con una rigurosa reflexión de su historia conceptual sugerida por Agre no es precisamente el enfoque mayoritariamente practicado. Su contribución científica es honda porque no pretendió llevar a cabo un análisis filosófico de la inteligencia artificial con tintes fenomenológicos, sino intervenir en la misma investigación cognitiva oponiéndose a una serie de presupuestos de raigambre filosófica que se daban por sentado.
A veces uno sabe qué escribir y que no. A veces uno tiene cosas que decir, y a veces no. Cuando tenemos que decir algo que es muy importante, las palabras son débiles y miserables. No nos aman. Nos desprecian por ser tan irracionales.
Cabe pensar en triunfos pretendidos, en victorias que no son más que derrotas definitivas, donde la gesta en cuestión no se trataba, al fin y al cabo, del juego más decisivo. Por ello, la lentitud y el caminar nos instruyen, en tanto categorías sobre todo éticas, acerca de una forma de concebir la existencia que imponen el ritmo adecuado para trazarnos nuestra propia senda.
Pero he de decir que, si para Kierkegaard la superioridad de el “Don Giovanni” de Mozart estaba por encima de cualquier otra obra musical, es justo intentar defender, asimismo, que el Mall San Pedro está por encima de cualquier otro mall, sin discusión, para cualquier época.
¡YO! El pronombre personal de la primera persona convertido en interjección es hoy quizá el mayor elogio que recibe la forma imperante de imagen en la contemporaneidad: el meme.
Yo siento que mi cuerpo de hombre es mío. ¿Sienten las mujeres, en la misma medida, que su cuerpo es de ellas?
Hace tiempo no me dedicaba a leer por gusto. La escritura de artículos y proyectos ha consumido buena parte de mi experiencia pandémica. Y si he tenido la ocasión de leer algo, por lo general es una lectura ejecutiva; un skim and scan que rara vez coincide con el goce que se requiere para conversar con los textos que leemos.
Soy un hombre de hábitos fijos. Si un libro me gusta busco otros del mismo autor; con algunos novelistas y con dos o tres filósofos me pasó que agoté todo lo que ellos publicaron. Nunca había visto una película de Bergman, sabía de su nombre, claro, su fama.
Hay amores intelectuales que no me parece indigno justificar, porque parte y parcela de pensar no es solo atacar aquello que repudiamos, sino también patentizar nuestras filiaciones.
El ascenso de las redes sociales como el topos par excellence de la opinión pública fue caracterizado por Umberto Eco como la invasión de los idiotas y de internet como el espacio donde es posible fiarse de cualquier historieta disparatada. Con todo, el idiotismo no es tan solo un asunto de los legos.
Defenderse sin haber sido previamente acusado es, de cierta forma, una confesión de culpa, sobre todo si el ejercicio de escritura semeja el acto de opinar.