“La humanidad se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético”. (WALTER BENJAMIN)
“El espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada, que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. […] El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente hace sobre sí mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia”. (GUY DEBORD)
“…lo que entiendo por realismo capitalista: la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa”. (MARK FISHER)
1
A medio camino de Blonde, la película de Andrew Dominik, me di cuenta de que estaba leyéndola en paralelo a La sociedad del espectáculo, el visionario texto de Guy Debord de 1967. “El espectáculo –decía ahí Debord– no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes”. En este tipo de sociedades la vida es sustituida por su representación. Lo que antes vivíamos directamente hoy solo se representa a distancia. Habitamos un mundo en el que hemos pasado, primero, del ser al tener, luego del tener al parecer. Las relaciones entre personas han sido remplazadas por relaciones entre apariencias. Y todo lo que aparece es convertido en mercancía. Para Debord esta es la cumbre de la alienación: hoy, las criaturas humanas nos dedicamos a consumir imágenes-mercancía y a ser consumidas como imágenes-mercancía. El espectáculo es más que un engaño, ilusión o espejismo visual; es una cosmovisión: la materialización de un encierro total en las apariencias.
2
Blonde es autorreferencial. Marilyn Monroe (MM) fue creada, explotada y consumida por la sociedad del espectáculo y la película lo dice, lo muestra sin darnos respiro y lo efectúa de nuevo: Blonde vuelve a explotar a Norma Jeane (NJ) en otro espectáculo, la película misma. Como si la sociedad del espectáculo estuviera autocriticándose sin dejar de ser (otro, el mismo) espectáculo para consumo masivo (y sus consecuentes ganancias masivas).
En una escena de Blonde NJ/MM llega al estreno de una de sus películas y la recibe una multitud de hombres desaforados, hombres y más hombres con los rostros deformados, con ojos y bocas enormes, famélicas, vulgares, como caníbales que quisieran devorar la carne de MM. Podríamos entender que la película hace lo mismo con Ana de Armas (AA), la actriz que representa prodigiosamente a NJ/MM, a quien el director también exhibe y explota en sucesivos desnudos y escenas de franca humillación. Además, cuando Ana de Armas llega a festivales o actividades públicas también se ve rodeada de cientos de fotógrafos, copia especular de la escena del estreno en Blonde. Hoy todavía las celebridades deben representar una imagen pública para el consumo de espectadores pasivos y distantes que las ven igual que hace siglos y milenios la gente contemplaba a sus ídolos religiosos.
Blonde muestra y repite la explotación de NJ/MM/AA para el espectáculo, con la diferencia de que lo hace a sabiendas de AA y autorreferencialmente, quizá para mostrar que no tanto ha cambiado desde los años 50 y 60 del siglo pasado y para mostrárnoslo como en un espejo (espectáculo especular): ahí seguimos aquí.
3
Muchas personas se han quejado de que ni en un solo momento de la película parece que NJ/MM haya tenido agencia propia, que fue exclusivamente víctima humillada y torturada. Es cierto, pero ¿no es precisamente eso lo que parece querer mostrar? Es decir, no sería un accidente ni un indicio de la misoginia de su guionista-director, sino un efecto por diseño. ¿Por qué? ¿Para qué?
Contesto con otra pregunta: ¿Acaso superamos ya ese tipo de sociedades asentadas en el control masculino del cuerpo, la sexualidad, el trabajo gratuito o doblemente explotado de las mujeres? El espéculo del médico hombre que penetra la vagina de NJ/MM en Blonde, mostrada crudamente desde adentro mientras es penetrada, ¿no nos dice más bien que seguimos hundidos en ese tipo de sociedad?
Pasamos ya por Harvey Weinstein y #metoo, pero ¿cuánto ha cambiado realmente? ¿No seguimos como pirañas alienadas queriendo consumir más imágenes de cuerpos y más escándalos, como si no pudiéramos dejar de desear el sacrificio de ídolos o de aplaudir el auge y la caída de personajes fetichizados? ¿No hay acaso un retorno furioso de conservadurismos que, otra vez como siempre, promueven la reducción de las mujeres a objetos, a carne al servicio de los hombres y bajo su control? En Estados Unidos o Irán: es igual aunque cambien sus formas.
Blonde es un juego de espejos. O un espectáculo especular y especulativo. O la ficción de una ficción. Pero no por eso deja de hablar de la realidad, aunque, a mi juicio, no de la realidad de una persona sino del tipo de sociedad en la que todas vivimos hoy.
4
Nadie está exento: usted tanto como yo somos personajes en esta sociedad espectacular que consumimos y nos consume en una pesadilla alienante que hoy, mucho más que en los cincuenta o sesenta del siglo pasado, parece no tener salida, así como no hay salida de la pesadilla de vida que experimentan MM/NJ/AA en Blonde, esto, todavía aquí y ahora, eso que Mark Fisher llamó realismo capitalista: una atmósfera irrespirable donde, de todos modos –porque se impone como realidad carente de alternativas– debemos al menos intentar respirar. Coherentemente, la película es asfixiante.
¿Que sentimos dolor, asco y rabia mientras vemos la película? ¡Enhorabuena! Porque, por más pesadilla que nos parezca, Blonde es una película realista y no una de terror, y ese es el verdadero horror: en el realismo capitalista el mundo entero es un espectáculo de pesadilla o una pesadilla espectacular de la que no parece posible escapar. Aun si a veces nos la presentan disfrazada de bellísimo ensueño multicolor.
5
Blonde no intenta representar la vida real de una persona específica. Es, en cambio, una interpretación ficcional de una novela (de J.C. Oates) sobre la vida de una persona que, por múltiples razones, se vio obligada a asumir un personaje. Y después de su muerte el personaje parece haber tenido más vida que la persona.
De NJ hay biografías, documentales, artículos periodísticos y académicos, etc., pero MM es ya solo una colección de imágenes. Blonde no solo aprovecha esa colección, sino que prácticamente invierte esa dicotomía, como si la mujer real hubiese sido MM y NJ el personaje.
“El espectáculo en general –decía Debord–, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente”. El espectáculo es una inversión del mundo: lo real son las imágenes.
Y, sin embargo, en Blonde hay también una mujer viva, real hoy mismo, Ana de Armas, actriz que decidió voluntariamente asumir la oportunidad y el riesgo de representar a NJ/MM en una película que claramente sería polémica. AA sí tuvo y tiene agencia y su interpretación es portentosa, extraordinaria, y plenamente suya. No deberíamos olvidarla a ella, hoy, por concentrarnos solo en NJ/MM.
6
Según Debord, otra característica de la sociedad del espectáculo es la fragmentación del mundo, de las comunidades y de los individuos, la separación de la persona de sí misma y de sus condiciones materiales de existencia, de su propio poder, su propia agencia. Esta sociedad fragmenta a las personas en múltiples personajes. En Blonde lo dice claramente NJ/MM/AA: las películas son como un rompecabezas y ella no tiene ningún control sobre el ordenamiento de sus piezas. Por eso me parece coherente que Blonde esté narrada fragmentariamente, como un sueño o una pesadilla cuasisurrealista.
En la sociedad del espectáculo, ¿tiene alguien una identidad fija, estable, afianzada directamente en su vida, es decir, no mediatizada por imágenes, por el tener y el parecer? ¿No nos cuesta cada día más pensar y vivir sin la mediación de imágenes y representaciones?
En Blonde todos buscan a otras personas en las personas que tienen en frente. El segundo esposo de la protagonista, un escritor (nunca se dice “Arthur Miller”), no ve a Marilyn ni a Norma, sino a “su Magda”, un amor perdido, e incluso le pide a NJ/MM llamarla así. El primer esposo, un beisbolista (nunca se dice “Joe DiMaggio”), quería ser el príncipe que salvaba a una chica casta y soñadora pero se topa con la diva adorada por multitudes, el símbolo sexual, y en lugar de amarla le pega. NJ/MM no llama a sus maridos por sus nombres, les dice daddy, papi, ese padre ausente del que no conoce ni su nombre.
Es como si ninguno de los personajes de la película fuera persona ni fuera ya capaz de ver personas en las personas, sino solo personajes. O bien, como si todas las personas en esta sociedad espectacular del realismo capitalista solo pudiéramos, o solo tuviéramos el derecho de ser/parecer personajes. Una identidad alienada por diseño, fragmentada en múltiples identidades, sin una identidad final o real que, sin embargo, es al mismo tiempo lo que más nos hacen desear y lo que nunca nos dejan encontrar, porque solo así seguiremos consumiendo y consumiéndonos en su búsqueda, hundidas o hundiéndonos todas en ese océano de imágenes consumibles sin fin, sin referente último en algo así como “uno mismo”. O la “verdadera” Norma Jeane.
MM representaba personajes en películas y MM era un personaje de NJ y NJ/MM son un personaje que representa AA y la misma AA ¿no es, para nosotros, de este lado de las pantallas, también (solo) una imagen, un personaje, a pesar de ser una mujer viva hoy?
7
Hay también quien se ha quejado del acento de Ana de Armas. Una tontería. Es más, casi apostaría que el director lo prefirió así, justamente porque no estaba haciendo una película biográfica que (re)presentara la vida real de NJ, con su acento real. Se trata de una actuación, de actrices, de personajes basados en personas y personas hechas personajes. Que fuera obvio el acento no nativo de AA más bien refuerza su carácter de personaje, de actriz en un espectáculo, de representación y no de presentación, de interpretación y no de hecho; es decir, eso que hoy somos todas las personas, aun (y quizá más) cuando no lo sabemos: un personaje público, un actor o actriz en redes sociales.
Yo soy las imágenes de mí podría ser un eslogan de la época. Y la diferencia es solo de grado entre las personas comunes y las famosas: estas pierden todo control sobre su imagen. MM tenía un público enorme, AA podría tener hoy un público global, y usted y yo, seres comunes y corrientes, aun si el público que tenemos es de 5 o 6 personas igual somos actores o actrices porque el mundo actual tiende a reducirnos a eso, a imágenes, representaciones, apariencias curadas en redes sociales, es casi una imposición para poder sobrevivir, un entorno inescapable, personas-actrices, hacerse uno su propia marca, consumidoras de imágenes e imágenes de consumo, y consumo de todo porque todo es convertido (potencialmente) en mercancía, hasta los cuerpos y el interior de los cuerpos.
8
También en Nope, película reciente de Jordan Peele, entre otros temas y posibles interpretaciones el protagonista es la maquinaria misma del espectáculo, capaz de engullir absolutamente todo a su paso y convertirlo en mercancía. En Nope una criatura alienígena literalmente consume a quienes la ven directamente. Y esta consumición se muestra con todos los detalles gráficos, es decir, desde adentro: vemos cómo una especie de garganta o colon gigantesco ingiere animales y personas, tanto a ex actores de Hollywood como a espectadores comunes.
En Blonde, un médico penetra con su espéculo la vagina de NJ/MM y el director también lo muestra desde adentro. En ambas películas, pues, el ojo del espectáculo/espéculo no frena siquiera frente al interior privadísimo de los cuerpos. Lo penetra todo sin reparo, igual que el pene del director de estudio que viola a NJ/MM como si fuera lo más normal del mundo.
Por cierto, también en la última película de David Cronenberg, Crimes of the Future, el interior del cuerpo se convierte en espectáculo y hay artistas que lo exploran y modifican y crean nuevos órganos y su performance es una exhibición quirúrgica y pública de su experimentación corporal interior.
En estas tres películas del 2022 pareciera que el cine estuviera consumiéndose a sí mismo solo para vomitar su propia espectacularidad: ese especular espéculo que, especulo yo, penetra hasta lo más profundo de los cuerpos para mercantilizarlos como espectáculo de consumo, y, en particular en Blonde, de consumo de cuerpos de mujeres.
9
Que las críticas al espectáculo también sean convertidas en espectáculo no es más que otra manifestación de esa capacidad proteica del capitalismo para transformarse a sí mismo y engullir incluso las críticas anticapitalistas y defecarlas como nuevas mercancías.
Las celebridades no escapan de esta lógica. El espectáculo crea ídolos, los explota y luego no tiene reparo en destruirlos si también eso produce utilidades (profit), que al final es el único motivo totalizador de nuestra época histórica. Todo es potencialmente mercancía para esa criatura alienígena/alienante que nos consume al consumirla y de la que nada ni nadie consigue escapar. Este es nuestro realismo, que tanto puede ser surrealista como presuntamente objetivo: película o noticiero, ficción o ensayo, da igual, todo es válido y todo se puede criticar, excepto la lógica misma de ese monstruo global capaz de convertir todos los aspectos de la vida humana y natural en espectáculo y objeto en venta.
10
Ciertamente, quizá Andrew Dominik exageró y casi tres horas de disgusto visceral ininterrumpido sean demasiado. Sé que muchas personas han apagado el televisor antes del final, o incluso a los pocos minutos, extenuadas ante tanta agresión sin contraparte.
Sin embargo, a diferencia del televisor, no podemos apagar el mundo. Y evadirlo con películas, novelas, poemas, creaciones artísticas bonitas e inspiradoras para uso individual solo les pone todo más fácil a los interesados en mantener el statu quo. Yo prefiero que me descoloquen, que en lugar de cantarme una canción de cuna para dormirme me abofeteen para despertarme, que los espectáculos que consumo sirvan para mostrar su propia manipulación y el encierro en que ellos mismos están encerrados y nos encierran.
Dicho de otro modo: el espéculo del espectáculo sigue penetrándonos campantemente después de apagar el televisor. Y si Blonde nos asquea y aterroriza es porque es una ficción que no se presenta como ficción (aunque lo sea) sino como hecho, una vida que fue real, eso es lo insoportable, esa realidad que nos devuelve de golpe a la experiencia directa de la vida, sin mediación, sin edulcorantes, esa realidad que la sociedad del espectáculo oculta detrás de sus luces y sus promesas de felicidad. Si nos asquean esas tres horas de horror es porque aún nos reconocemos ahí, aquí, de este lado, especular, de la pantalla. Y mil veces más si usted es, a diferencia de mí, espectadora, es decir, mujer.
11
En la película solo encuentro un aspecto incoherente y de pésimo gusto. Las secuencias moralistas en las que un feto que no es feto sino bebé totalmente desarrollado incluso habla y le pide a NJ no “asesinarlo”. Da la impresión de solo ser propaganda antiabortista encajada por la fuerza en la película. A no ser que lo entendamos como otra manera más en que cierta parte del mundo quiere todavía controlar el cuerpo y las decisiones de las mujeres. Pero no me lo parece, o, si era esa su función, es el único aspecto de la cinta que me parece malogrado y que desmerece el conjunto.
12
Casi al final de la película NJ/MM/AA se levanta a media noche cubierta de sangre, hay hombres dentro de su casa, la persiguen, quieren agredirla o matarla; pero ella se calma y se repite con una leve sonrisa: “es solo un sueño, es solo un sueño…”
En la película vemos a NJ/MM desconocida por su padre, abandonada por su madre, violada por un director de estudio, penetrada por espéculos, golpeada por uno de sus esposos, reducida a un mero pedazo de carne para consumo privado del hombre más poderoso del mundo, el presidente de EE.UU., quien, mientras se excita viendo el lanzamiento de fálicos cohetes o misiles en la televisión fuerza a MM a hacerle sexo oral y le exige que trague…
Al final de esas casi tres horas de espectacular abuso también uno se siente violado por los ojos y los oídos. Al menos eso sentí yo, que soy hombre. La experiencia ha de ser, imagino, mucho peor si uno es una.
Blonde, pues, reproduce todas las vejaciones sufridas por NJ/MM para que las experimente el público, nosotros, los consumidores, y en eso, creo, radica parte de su genio: no es un intento de representar una vida histórica, sino la presentación, casi directa, o lo mas directa que se puede lograr con un medio audiovisual, de la realidad de un tipo de sociedad que aliena, rompe, fragmenta a las personas mientras les promete riqueza y felicidad. Y peor, mucho peor, cuando las personas son mujeres.
Desde la creación hasta el sacrificio de un ídolo, el sueño de NJ/MM fue una pesadilla sin fin.
13
Blonde es también un juego reproductivo de imágenes de sobra conocidas de NJ/MM. Y eso, en mi interpretación, es coherente: en la sociedad del espectáculo parece no haber un afuera de la imágenes. Justo eso decía Guy Debord: el reino de las imágenes nos separa tanto de la vida que ya la vida, directamente vivida, de hecho desaparece. Es el extremo de alienación y eso lo muestra la película: ¿Dónde quedó la vida real del personaje icónico? No está, no aparece, ha sido consumida totalmente y ya no existe, solo existen sus huellas, las mismas imágenes reproducidas al infinito. Ese es el hecho y el hecho es la atmósfera totalitaria de las imágenes convertidas en mediación omnipresente entre las personas. Es un autorretrato de la sociedad del espectáculo y quizá por eso molesta, porque creemos que es la película Blonde la que invisibiliza la vida real de una persona; pero no, no es la película, es la sociedad misma y es eso lo que la película muestra de una manera brutal. Y también somos nosotras, personas reducidas a consumidoras de imágenes y a personajes de nosotras mismas quienes, cotidianamente, repetimos los mismos mecanismos de mediación “imaginal” de los que nos quejamos. Blonde es un espejo que nos devuelve nuestro propio rostro deformado. Y duele, obvio que duele. Pero también el dolor despierta.
14
Y hay muchísimo dolor: Blonde, se quejan algunos, es una película sádica. Quizá lo sea. ¿Y qué? ¿Tendríamos entonces, por ejemplo, que prohibir la publicación, distribución y lectura del autor originario del término, es decir, purgar de todas las bibliotecas las obras del Marqués de Sade?
Por otro lado, no, la película no es la sádica, o sí pero solo como reflejo del sadismo de unas sociedades que per saecula saeculorum han brutalizado y explotado a las mujeres. Eso es lo que muestra y reproduce Blonde sin endulzarlo y sin incrustarle discursos moralistas. ¿Por qué pedirle a una pieza de arte que a la vez sea estudio académico y oración moral? Para eso hay otros contextos y otro tipo de producciones. Al arte le corresponde más bien suscitar conversaciones, debates y estudios. Quienes quieren un arte moral solo quieren el fin del arte o, lo que es igual, su conversión en alguna especie de iconografía religiosa.
¿No debe el arte generar polémica, mover el suelo de lo establecido? Últimamente sobra cine moralista, políticamente correcto, limpio, decente, o sencillamente banal. Así como sobra “literatura” de autoayuda, positiva, más wishful thinking o idealismo conservador que crítica a la realidad. Blonde es controvertida y visceral y es una obra sucia presentada en un marco de majestuosa cinematografía y música angelical. Y está muy bien que sea todo eso. ¿Que Dominik solo quería llamar la atención y para lograrlo vuelve a explotar a NJ/MM y ahora con la complicidad de una mujer viva, AA? No lo sé, desconozco las intenciones de su autor y no me interesan, veo y juzgo el resultado, una película que genera interpretaciones contrapuestas, que nos obliga a conversar. La cantidad de publicaciones a menos de una semana de su estreno lo demuestra. Cuando una obra, literaria o audiovisual o de cualquier tipo no suscita preguntas o conversación porque su mensaje es clarísimo, evidente y “correcto”, no es arte sino panfleto o evangelio, por más correcto que sea.
No es posible superar el realismo capitalista con un realismo moralista. El capitalismo espectacular es capaz de engullir cualquier moralidad siempre que pueda convertirla en mercancía y generar utilidades. Al capitalismo espectacular le da igual si produce dinero con sadismo o santidad. Por eso con la reciente y actual viralización de ciertos moralismos no damos ni un paso fuera del realismo capitalista. Las personas que quieren crear arte o pensamiento se autocensuran para no ser juzgadas moralmente y “canceladas”. De ahí a una nueva inquisición solo hay un pequeño tramo. No olvidemos que la Inquisición histórica no fue de ningún modo contraria al capitalismo, sino que, al revés, como ha demostrado Silvia Federici, más bien la cacería de brujas fue parte fundamental del proceso de acumulación originaria del capitalismo. Ni las inquisiciones ni los fascismos son enemigos del realismo capitalista, pueden incluso ser perfectos aliados.
15
Blonde, en fin, no habla de la realidad de NJ ni de MM. Pero sí muestra la realidad del irrealismo en que se ha convertido la vida humana en las últimas décadas, imaginaria, mercantilizada y alienada. Blonde es una ficción ejemplar del realismo capitalista en la sociedad del espectáculo: el encierro en una pesadilla aparentemente sin salida.