[Fotografía de Leandro Natale]
The Blazing World (el de Hustvedt, no el de Cavendish) es un libro que logró descolocarme y por mucho tiempo no supe exactamente por qué, ya que el libro está plagado de temas llamativos para mí (género, arte, literatura, etc…). Cuando se me pidió escribir un texto al respecto, no pensé que fuera capaz de hacerlo. En parte por lo amplio del contenido y porque no sabría acerca de qué escribir, en parte porque no sabía realmente qué era lo que me fascinaba tanto al respecto o si tendría algo para decir. Para averiguarlo, decidí repasar el libro y anotar cada cita que me llamase la atención. Lo que encontré no me sorprendió, creo que incluso me lo temía y por eso había evitado escribir este artículo. Lo magnético del libro reside en el proceso terapéutico de Harriet Burden, protagonista de la historia. Después de un evento traumático, Harriet acaba en la oficina de un psicoanalista, lo cual desata a una nueva mujer o, mejor dicho, deseos olvidados y reprimidos de esta mujer. Harriet se ve obligada a confrontar las aspiraciones frustradas, la ira suprimida y el sufrimiento de su infancia, en la cual la frialdad y el rechazo de su padre interpretaron un papel principal.
So… You can kinda see where I’m going with this, right? La razón por la que estuve tan reticente a escribir y que veía venir: lo que más me interesa del libro y de Harriet es que pude ver reflejada una parte de mi existencia cuya reflexión no había encontrado en productos culturales (curiosamente, después de esta novela, topé con más textos de este tipo). Yo también acabé en la oficina de un psicoanalista, no por el mismo evento traumático, pero sí con la desesperación de quien no sabe qué hacer y se encuentra acorralado; solo que, a diferencia de Harriet, yo no sabía lo desesperada que estaba. And this whole thing just makes me feel really sad and pathetic, you know? I’ve cried twice already while writing it. Lol. Me disgusta mi interés en este aspecto del texto (y, en general, en toda materia psicoanalítica) porque me hace sentir vulnerable y me recuerda que lo único que ha podido ayudarme es una disciplina cuestionable, costosa, dolorosa, elitista y que, a menudo, sounds like a bunch of jibber jabber (que quede claro que la teoría no la entiendo bien e incluso siento que sería contraproducente si lo hiciera. Also, to my shrink: if you’re reading this, you’re doing great sweetie, you really own the jibber jabber and you’re very genuine about it, but really you’re probably not reading this.
Lo que sí sé del psicoanálisis es que el lenguaje lo es todo y que el síntoma solo se va si uno no habla de él. Uno de los primeros ganchos del texto sucede cuando después de varias sesiones, los síntomas físicos de Harriet desaparecen y ella se pronuncia al respecto: “Don’t let anyone say there aren’t magic words” (p.17). El cuerpo como lugar de lenguaje, como emisor de algo que no puede articularse aún con palabras. Esto bien podría resumir mi malestar; al igual que Harriet (Harry, para los amigos), la intensidad de mis síntomas se redujo notablemente. Después, eso sí, de varios meses de terapia. Mentiría si dijera que no vuelven de vez en cuando, pero ya no me derrumban como antes. Sin embargo, la fascinación por el cuerpo y sus mensajes, por lo que se dice ahí, por lo que mi cuerpo ha implicado a lo largo de mi vida, se quedó. Y ese interés es otro punto de contacto entre Harry y yo: la meditación constante acerca de sentirse limitada por el tamaño y las formas del cuerpo, por su movimiento, por las interpretaciones que los otros hacen de él, por ocupar espacio, por ser demasiado y no suficiente a la vez.
Como sería de esperarse, esta clase de issues se generan en la infancia. En el caso de Harry, procede de la falta de reconocimiento por parte de su padre, el hecho de que no fue una hija deseada, de que vivió siempre tratando de ser “buena”, solo para encontrar que sus esfuerzos fueron inútiles. Siempre tuvo una personalidad demasiado distinta a la de su padre. Demasiado excéntrica y caótica. Demasiado. Pero no suficiente para complacerlo. Lo más doloroso es que, a pesar de someterse a un proceso de análisis y retomar ambiciones pasadas y hacerse más fuerte, hay un instante (humillante, por cierto) en el que regresa a ser una niña asustada que no busca más que ser buena. Todo el trabajo interno destruido en segundos. Para mí, Harriet no es la misma después de este momento, vuelve a caminar con la cabeza baja, como cuando era pequeña. Me atrevo a decir que, como ella, la mayor parte de nosotros cargamos con equipaje de la infancia, nada sorprendente ahí. But here’s the thing, lo que me aterroriza es la posibilidad de que la infancia ya me haya determinado de manera irreversible, que ya haya truncado mis posibilidades, que no haya resignificación que valga. Me espanta pensar que también tendré un momento demoledor and then it’s back to square one (como ya me he sentido más de una vez). Cabe resaltar que esta es mi muy sesgada lectura y de seguro Harry habría encontrado una alternativa más que solo aferrarse a la derrota, supongo que, en parte, se puede decir que eligió seguir siendo esa niña cabizbaja. Creo que eso me asusta aún más, llegar al punto en el que elija la determinación, en el que no vea otro camino más que caminar con la cabeza baja.
No mucho tiempo después, Harry recibe la noticia de que su cuerpo, ese que le ha producido tanto conflicto, es presa de una condición incurable. Habitada por la desesperación y la impotencia, acepta someterse a procedimientos invasivos y dolorosos que hacen poco y nada por su malestar. Yo no sé si haya realmente una forma “digna” de morir, en The Blazing World definitivamente no la hay. Harry fallece renegando la muerte hasta su último aliento, con su cuerpo y su mente convertidos en una carcasa de lo que solían ser. Las palabras de su terapeuta, “there’s still time to change things”, que otrora la llenaron de esperanza, llegan a su límite, ya no queda tiempo. Puede decirse que una parte de Harry empezó a vivir demasiado tarde y enfrenta el final desesperada por continuar con sus ideas y proyectos. Creo que nada logra explicarlo mejor que la siguiente cita del texto: “I have more to do. There are undiscovered worlds inside me, but I will never see them” (p.335).
Nada nuevo aquí, el temor a la muerte es uno de los aspectos más universales de la humanidad. Sin embargo, lo más punzante para mí es la falta de tiempo, el haber comenzado demasiado tarde, que no quede tiempo para seguir cambiando, para descubrir nuevos mundos. Todos vivimos tiempos distintos. Al igual que Harry, I’m trying to make up for lost time. Yo sé que no funciona así, no sería la persona que soy si mis eventos no hubieran sucedido como sucedieron, pero, aun así, me angustia pensar que se acabe el tiempo cuando apenas empiezo a reconstruirme, cuando todo lo que soy es ser en potencia. Quiero llegar a ver en qué puede convertirse el potencial. I know I’m already becoming myself, being born, I’m right there but I can’t fully see myself just yet, necesito un poco más, unos años al menos (aunque quiero décadas). Hace unos días, hablaba con mi psicólogo (¿terapeuta? ¿analista?) acerca del tiempo, el esfuerzo y el dinero necesarios solo para haber llegado al diván (sí, hay un diván, I know, really old school). A veces eso me molesta, siento que sin importar cuánto lo intente, nunca seré más que algo en potencia, pero mientras tenga tiempo, no me queda más opción que seguir y, con suerte, conocer un final distinto al de Harry (en la forma). Creo que hay algo trágicamente sincero ahí, in accepting you are all potential and all hope. A leap of faith.
Hustvedt, S., 2014. The Blazing World. 1st ed. New York: Simon & Schuster Paperbacks, pp.17 – 335.