Scheveningen

La primera vez que estuvo ahí fue durante la primavera de 2013. Acababa de cumplir 18 años y su padre decidió llevarlo como regalo de graduación. El hombre pensó que sería un tiempo para acercarse a su hijo, incluso le escribió cartas que no llegó a darle y de las cuales él nunca se enteró.  Lo cierto es que el padre tuvo conferencias todas las mañanas y la cría se dedicó a deambular sola, como hace ahora. En las noches salían a cenar con algún colega o se quedaban en el hotel.

Ninguno de sus acompañantes en la actualidad tiene tanto interés en caminar como él. Ahora pasa por la misma playa de esa vez, justo como hizo el día anterior. También, justo como el día anterior, ve a una mujer de cabello oscuro con un traje de baño rosa. Aquella vez su padre se burló de él, y con toda razón. Era primavera, todo el mundo vestía ropa de playa pero él estaba envuelto en una gabardina, vestía también guantes, gorro y bufanda que hacían juego. Hoy la vestimenta es apropiada, es un día de otoño tirando a invierno y no se ve el sol. La playa está casi desierta. Suele tener visitantes, pero no tan temprano y, en definitiva, no en traje de baño. La mujer no está en el muelle o cerca de la acera, está sentada en la arena, el ir y venir del agua le abraza las piernas. Los muslos muestran un patrón color morado semejante a las raíces de un árbol; le llaman livedo reticularis, está asociado al frío, también a problemas circulatorios. El color intenso en los muslos pálidos es preocupante, pero él no está lo suficientemente cerca para verlo. Pasa de largo, como hizo ayer. Se queda con la espalda, con el pelo oscuro de la mujer. 

Toma la misma ruta durante los próximos cuatro días. Cada vez hace más frío. El cuarto día sale dispuesto a hablar con ella. ¿Por qué? se pregunta. ¿Para qué hablar con una nueva persona si se va al día siguiente? ¿Acaso van a ser pen-pals? ni le ha visto la cara. Además, ¿no es raro acercarse de la nada a una mujer en la playa? ¿y si la interrumpe? El lugar está cada vez más vacío, ¿y si se asusta? ¿Qué pasa si se siente acosada? Ya no es normal aproximarse así a un extraño. ¿Qué le dirá? “Hola señorita, ¿por qué está en traje de baño con este frío? ¿por qué siempre en este mismo sitio?” Cualquier mujer entraría en pánico si se enterara de que un extraño ha pasado días observándola. No logra llegar a ninguna respuesta coherente, por lo cual concluye que entablar una conversación con la mujer carece de sentido, pero lo hará de todos modos. 

Caminando hacia ella nota que sus pasos son silenciosos, quizás demasiado. ¿Debería hacer más ruido para que se percate de su presencia? Ya es tarde, está demasiado cerca. Debe hablar en este instante, si se acerca más sin hablar sería entendible que se asustara. Ve el amoratamiento de las piernas y entonces las palabras flotan de sus labios. Los ojos vidriosos de la mujer lo increpan con una mezcla de incredulidad e indignación. No ve miedo en ella, es un mejor resultado del que había imaginado. Después de una breve conversación incómoda la convence de que salga del agua. Vive cerca y siempre camina descalza hasta la playa. Siente lástima por ella, ternura incluso. Ya no teme parecer amenazante, ella entiende que no busca lastimarla. No sabe qué busca o si busca algo siquiera. Le ofrece su abrigo. Ella lo rechaza, pero él insiste. Una vez que acepta, caminan juntos hasta su casa, donde ella le devuelve el abrigo para luego despedirse. En el aire queda algo de anhelo. La mujer lo ve alejarse desde su ventana y rompe en llanto. Deja de ir a la playa en bañador durante el invierno. Jamás vuelven a verse.