Fue agradable presenciar la última ceremonia de los Oscar y leer, como siempre, un polvorín de opiniones acerca de un evento que tiene 95 años de existencia, y que, aunque muchos aún no lo conciban, ha probado y experimentado con todas las posibilidades del cine, y aún hoy, es el caballo de batalla del séptimo arte en cuanto a prestigio y atención (tal vez no en taquilla, pero sí en el boca a boca). No en vano esta vez subieron al escenario Ke Huy Quan y Jamie Lee Curtis, ganadores ambos del Oscar a mejor actuación en un rol secundario, y gritaron “Mírenme, no puedo creer que esté ganando un Oscar”.
Esa expresión sigue teniendo resonancia por una razón: los Oscar han trascendido el simple ritual ceremonial de los vestidos, la alfombra roja o el discurso de aceptación, y hace mucho han impreso esta idea de “canon”, inmortalidad o memoria, más profundamente que muchos otros premios en el mundo, me atrevo a decir que aún más que un Nobel, un Grammy o un Pulitzer. Con el Oscar, particularmente, estamos tratando con el evento cinematográfico de más antigüedad, y que, al día de hoy, sigue manteniendo una estructura parecida, aunque con una cantidad de géneros mayor y no tan inflexible como se cree. Y Todo en todas partes al mismo tiempo se unió a ese grupo exclusivo de filmes que se denominan “mejor película” por una historia sumamente original, pero que, al mismo tiempo (¿y en todas partes?), no es tan distinta de otras ganadoras anteriores.
¿Y qué es ser una ganadora a mejor película? Antes que nada habría que preguntar: ¿Qué es ser una película nominada? De nuevo, es difícil pormenorizar 95 años de historia, y de ahí que sea fácil escuchar a menudo generalidades sobre esta ceremonia que cansan y desmerecen lo que realmente ha sucedido en esa larga historia.
La nominación a mejor película responde a una particularidad técnica antes que cualquier otra consideración temática o simbólica: es el premio de la ceremonia que corresponde a uno de los departamentos que participan de la creación de una película: el premio a mejor producción. Históricamente ha sido este premio, y no el premio a mejor dirección, el que se lleva todos los aplausos del año, aunque al día de hoy, cuando conversamos con amigos de una película, no solemos citar el estudio que produjo la película sino el nombre del director, o de sus actores.
Se denomina, por eso, “Mejor película” a aquellas películas que simplemente tuvieron la mejor producción o a aquellos que fueron los mejores productores del año. Pero si quisiéramos ser estrictos con ese nombre, ¿debería ser la mejor película del año la que se lleva más estatuillas? ¿O acaso la que gana más premios en las categorías de más prestigio? ¿O debería ser la que gana la mejor producción por ser ese departamento el que supervisa y habilita la realización de todos los otros artistas? ¿O debería desplazarse la mejor película, efectivamente, a la mejor dirección del año? Todas son posibilidades, pero lo que esto muestra es que realmente el Oscar es una ceremonia que permite hablar de cine y entender sus categorías y sus departamentos como un universo que desborda aún a muchos cinéfilos, espectadores y hasta a sus mismos creadores. El Oscar es mucho más y su ceremonia sigue generando ese halo de misterio y asombro ante lo que muchos llaman “la mejor película del año”, por algo se lo crítica pero también sigue acaparando las conversaciones acerca de los merecimientos dentro el arte y la industria.
Puede que “mejor película” sea la principal y más prestigiosa categoría porque es una de las pocas que subsiste desde la primera ceremonia (en 1928), junto a la de mejor dirección, mejor actuación masculina y femenina, mejor guión, mejor fotografía, mejor arte, y mejores efectos especiales. Esas son las categorías que se concibieron como englobadoras principales del arte cinematográfico, y el de “mejor producción” ni siquiera se entregó como un solo premio sino separados en dos: el de outstanding picture o película sobresaliente, y el de unique and artistic picture, o la película de mayor calidad artística del año. En ambas categorías hubo distintas películas nominadas, y en ambas los nominados fueron los productores y sus estudios. Posterior a esa ceremonia, la categoría de película “única y artística” fue eliminada y se dejó solo el de película “sobresaliente” del año y el nombre se modificó subsecuentemente a “producción más sobresaliente” y a partir de 1944 se convirtió en el famoso título “mejor película” que se sigue utilizando para llamar a la mejor producción del año.
¿Qué puede haber intervenido para que desapareciera el segundo nombre, y qué implicó que hubieran dos distintas facetas de lo que podía ser la mejor producción? Tal vez la categoría de película “única y artística”, respondía a lo que aún hoy existe en distintos estudios de animación como son las direcciones más administrativas por un lado y las direcciones artísticas o creativas por otro lado, y, efectivamente, parece que se pensó que ya un puesto como el de dirección y sus subdepartamentos, eran los que cargaban con esa visión artística y única de una película, mientras que el premio de mejor producción debía cargar estrictamente con el de crear la película más sobresaliente del año, en términos de ejecución y articulación de todos sus departamentos creativos hasta llevar a buen puerto la obra fílmica. Es decir, teóricamente, el que cumple el rol de productor es el que trae a la vida, o lanza al mundo una nueva película. De ahí que aún hoy se siga viendo como una especie de categoría “envoltorio” y no se la considere una categoría artística como el resto de premios que se entregan.
A pesar de que ahora existen otros premios Oscar a mejor película internacional, mejor película animada y mejor película documental, esos no se le suelen entregar a sus productores, sino a sus directores, puesto que normalmente lo que se está premiando en esas categorías es la visión creativa esas obras antes que a los entes productivos que las llevaron a buen puerto. Podría, entonces, interrogarse si el premio a “mejor película del año” es a la dirección o a la producción, y el por qué los públicos lo entienden de modos tan distintos.
Volviendo ahora a las películas que han ganado el premio a mejor película o mejor producción del año, y aplicando este filtro conceptual, en el que vamos a poner a un lado la visión artística, hay que considerar que las películas que históricamente han sido nominadas en esta categorías han sido en su gran mayoría las que efectivamente son más destacadas en muchas otras áreas de la producción, como precisamente el nombre indica. De ahí que una nominada a mejor película no signifique que esa película tenga el mejor guión del año, o la mejor dirección artística, o la mejor actuación, pero es esperable que sea la producción que contenga la mayor cantidad de triunfos o logros en todos esos departamentos. A pesar de esto, siguen existiendo personas que opinan que Titanic no debió ganar mejor película porque su historia (es decir, su guión) era muy sencilla o rebuscada. Y de nuevo, eso muestra un desconocimiento de lo que efectivamente significa ese premio, y de por qué la película que llega a estar nominada a dicho premio suele ser alguna película que haya sido un hito colectivo en muchas más áreas de las que solemos tomar en cuenta cuando vemos una película.
Esto parece exigir de nosotros un aprecio más amplio a la hora de experimentar las llamadas “películas en movimiento” y la consideración de que no estamos simplemente frente a una historia textual a la que se le dotó de imágenes, sino que la obra misma es toda esa combinación y secuenciación ordenada de elementos sonoros y visuales que se mueven en el tiempo, y que, al hacerlo, mueven a sí mismo en nosotros emociones, reacciones, pensamientos, a veces sincrónicamente, a veces asincrónicamente. A veces la película con la historia más burda y rebuscada de la historia pueda ser la que más nos mueva a las lágrimas a partir de sus sonidos y colores. A veces la historia más compleja puede aburrir y confundir, o no provocar absolutamente ninguna emoción (la verdadera pesadilla de cualquier cineasta, si no que lo diga Edward D. Wood, Jr. Salir hablando de una película en función de si su historia está bien “contada” o no, parece que no hace justicia a lo que realmente sucedió, pues una película no solo “cuenta” con un elemento: el guión cuenta una cosa, el sonido otra, el montaje otra, y las actuaciones otras. A veces cuenta lo que vemos en las imágenes, a veces cuenta lo que no vimos, o se ocultó intencionalmente.
Parte de la omisión que se hace hacia este departamento de la producción, o de no considerar a la película como un todo, no es solo desconocimiento por parte de las audiencias sino inclusive la forma en que otras premiaciones funcionan a nivel mundial, pues los festivales o las “muestras”, por ejemplo, no suelen destacar a los estudios o a los productores, ni se premian tantas categorías, sino que los que suelen estar concursando por sus premios son, principalmente, sus directores, guionistas y actores. Esto es así, además, porque en otros rincones del mundo el cine no se produce industrialmente como en el primer mundo, sino que artesanalmente, en donde muchos de los departamentos de producción de una película se combinan en pocas cabezas, o a veces no existen del todo, y eso incluye el que el director, guionista y productor muchas veces sean la misma persona.
La “multiversal” ganadora de 2023
Todo en todas partes al mismo tiempo (TETPAMT de ahora en adelante) fue la ganadora de la mejor producción del año 2022, y muchos medios han hablado de que este fue un premio histórico porque la película trata temáticas poco usuales dentro de géneros marginados. Mi posición al respecto, de hecho, es que es todo lo contrario: No solo TETPAMT no es una película novedosa (en cuanto a ganadora de mejor producción), sino que en realidad ya bebe de temáticas que han sido utilizadas en películas exitosas de décadas pasadas y las ha combinado en una gran producción que, además, elevada por un conjunto de actores y roles impecables, ha hecho los méritos que suelen requerir las mejores producciones del año. TETPAMT no ganó mejor película (exclusivamente) porque fuera la mejor historia del año, para eso existe la categoría de mejor guión original o adaptado, que esta película sí ganó, pero que otras películas extrañas y originales también han ganado desde hace muchas décadas: Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, Hable con ella, El juego de las lágrimas, Thelma y Louise, por mencionar algunos ejemplos curiosos y rompe esquemas. De nuevo, el premio a mejor película o producción, no premia temáticas o historias, premia películas en movimiento que destacan en múltiples departamentos, o a la mejor ejecución y conjugación de ellos.
TETPAMT tampoco ha innovado nada con respecto a ganar el premio a mejor producción del año porque en realidad ha seguido las reglas y el patrón tradicional de películas que ganan ese premio, al acompañarlo con múltiples premios en otras categorías. Los 7 Oscar que obtuvo la ponen a la par de películas como Lawrence de Arabia, Danza con lobos, La lista de Schindler o Shakespeare enamorado, que ganaron la misma cantidad. Por el contrario, la sorpresa a “Mejor película”, la han dado otras películas en distintos momentos que han conseguido ganar junto con una pequeña cantidad de premios artísticos: Rocky, Casablanca, Cowboy de medianoche, Moonlight, CODA o Nomadland, fueron mejor película con apenas 3 premios. Otras, como En primera plana, Rebecca o El mayor espectáculo del mundo, consiguieron ser mejor película con apenas dos estatuillas. Solo 3 películas han ganado el premio a mejor producción sin haber ganado ninguna otra estatuilla. Y debe destacarse algo importante: en la mayoría de estos últimos casos, esa poca cantidad de estatuillas ha coincidido con las ceremonias en los que la cantidad de filmes nominados era mayor a 5.
Entonces, a mayor cantidad de películas nominadas, la probabilidad de que ganen películas que apenas tengan pocas nominaciones en otros departamentos es mayor, mientras que cuando la categoría de mejor película estaba restringida a solo 5 nominadas (de 1944 a 2008), lo común era que la película ganadora siempre estuviera nominada a una mayor cantidad de categorías. De las 65 ceremonias sucedidas en ese lapso, sólo en 21 ocasiones películas con menos de 5 premios en total la ganaron. Esto muestra la dificultad para películas con temáticas innovadoras pero con producciones a menor escala (o que destacaran menos en múltiples áreas) para colarse en la gran categoría de mejor producción.
En 2008 tuvo lugar una gran crítica a la Academia (AMPAS) porque la película El caballero de la noche no fue nominada a mejor película, lo que provocó una gran polémica respecto al número de películas que debían ser nominadas pues se consideró que se estaba excluyendo a producciones que solían estar nominadas a muchos premios técnicos como fotografía, arte, sonido, efectos especiales, pero aún así quedaban fuera de la categoría a mejor producción cuando no destacaban en guión o actuación (Terminator 2 fue otro famoso caso). A partir de 2009 se amplió a 10 nominadas, y ha variado la cantidad a partir de esos años, hasta que se fijó en 10 nominadas desde 2021. Lo más probable es que de haber quedado entre las 5 nominadas ese año, El caballero de la noche, una película de superhéroes, hubiera ganado el premio por primera vez para ese género. De igual manera pasó con El señor de los anillos, que sin ser una película con actuaciones nominadas en 2003, se llevó el Oscar a mejor película al conquistar otras 10 categorías.
Este tipo de cine de género, que incluye la fantasía, el terror y la ciencia ficción, siempre tuvo dificultades para colarse en las máximas categorías pues nunca había encontrado la combinación correcta entre grandes actuaciones o historias que acompañaran a los avances técnicos, ya que muchos actores de renombre rehuían a ese tipo de películas al considerarlas dañinas para su imagen o de segunda clase. Lo que sucede es que, en esas épocas donde los avances técnicos aún estaban en desarrollo, otros géneros históricos como el western, el cine épico, el musical o el cine de época fue el que siempre sirvió para destacar las grandes producciones y puestas en escena que además tuvieran llamativos elencos y guionistas.
La nueva expansión a más de 5 nominadas a mejor película desde 2009 ha coincidido, evidentemente, con un aumento en el número de películas pequeñas, independientes o de géneros no tradicionales que consiguen el premio la mejor producción del año, como fue el caso de La forma del agua, o de una película que bordea en el estilo documental como Nomadland. Ahora llega TETPAMT que, a diferencia de lo que se dice en otros medios, es muy probable que sí hubiera obtenido nominaciones a diferentes categorías aún si no hubiera sido nominada a mejor película (en el caso de que aún tuviéramos solo 5 nominadas).
TETPAMT ha agarrado lo mejor del cine independiente de inicios de los 2000 donde se jugaba con ideas de ciencia ficción en películas de bajo presupuesto, o con repartos inusuales (Being John Malkovich, La guía del viajero intergaláctico, La ciencia del sueño), y lo combinó con historias familiares que han estado en boga en la última década, especialmente las historias de migrantes (Minari es el caso más reciente), y además los Daniels le han impregnado al filme el estilo de comedia paródica que ya han venido utilizado otros directores consolidados como Wes Anderson, Adam McKay, o el mismo Quentin Tarantino desde hace ya 20 años, y además han aprovechado los conceptos de ciencia ficción y del cine de superhéroes de la época Marvel y han construido una producción compleja e innovadora que ha sido alabada tanto por la crítica como por el público (107 millones de dólares recaudados a nivel mundial). TETPAMT fue nominada a mejor película porque supo elevar muchos elementos dispares dentro de una obra extraña, divertida y ambiciosa, bien escrita y bien dirigida, que responde al sentir de una época y de cambio generacional, al mejor estilo que lo hizo Pulp Fiction en 1994, M.A.S.H. en 1970, o incluso Tom Jones en 1963.
La primera extravaganza triunfadora
Me quiero referir a este último caso de Tom Jones, pues podría considerarse que es la precursora de TETPAMT y la primera sorpresa de una película así de inusual que ganara este premio. Esta película, basada en una novela de 1749 del escritor satírico inglés Henry Fielding, venció ese año a clásicos épicos como La conquista del oeste y a Cleopatra, o a la entrañable comedia Lirios del valle con Sidney Poitier. Tom Jones fue la primera ganadora representativa de la década de los 60, que fue sumamente transformadora para el cine en todo el mundo. La película está contada con diferentes técnicas, desde el cine silente, la comedia screwball o de enredos, el slapstick y usando técnicas innovadoras de fotografía, montaje y sonido, además de actuaciones exageradas que rompen la cuarta pared de cuando en cuando. Sumado a eso, la película parodia las películas de época y otras historias del género dramático ambientadas en castillos, romances prohibidos, incesto, abandono, o diferencias sociales con total desafuero y ligereza.
Esta exquisita ganadora del Oscar ya olvidada por muchos y a veces desestimada, obtuvo la nominación de su actor protagónico (Alberto Finney) y 4 actuaciones más, incluidas 3 actrices de reparto. Este elemento es muy parecido a las 4 nominaciones de actuación que tuvo TETPAMT este año. Tom Jones ganó al final como la mejor producción, dirección y guión, además de la mejor banda sonora.
Por eso creo que, TETPAMT es, antes que una novedad, un filme que ha continuado la tendencia de filmes acerca de problemáticas sociales de esta última década, pero con un giro fantasioso, y aprovechando el éxito del tropo de la familia disfuncional (eso sí, con un elenco que responde a las exigencias de más representación para minorías). Es la segunda ganadora de ciencia ficción después de La forma del agua, y podría decirse asimismo que es la segunda película paródica en ganar mejor película, después de Tom Jones. Ser segunda, por supuesto, no es nada negativo, por el contrario, invita a celebrar que los Oscar llevan una continuidad y que han llamado la atención no solo sobre cientos de temáticas a través de su historia, sino también ha premiado distintos estilos y modos de experimentar con la narrativa y la técnica, de acuerdo a los sentires artísticos de cada época.
Lo que debe ahora quedar en mente es que no es el premio a mejor producción o mejor película el que lleva la batuta de la innovación o la disrupción, pues ya muchas categorías han roto estereotipos y moldes hace mucho tiempo. El premio a mejor película ha premiado, a diferencia de las categorías artísticas, otro tipo de excelencia: a aquellas producciones que logran conjugar (no importa el género o la temática) la mayor cantidad de elementos artísticos en una obra sobresaliente y con reconocimiento de muchos gremios que son los que al final votan por sí mismos.
De ahí que no sea tan fácil decir que basta con copiar una temática, una historia, o una técnica para lograr repetir ese éxito, pues de lo que se trata es lograr repetirlo a nivel productivo y llevarlo a buen puerto entre cines y audiencias, que es otra labor titánica. Sobra decir que nada de eso está libre de las influencias o poderes económicos y políticos de cada época. Todo en todas partes al mismo tiempo ha ingresado al canon de la Academia gracias a que fue la obra más sobresaliente para su gremio este año, confirmándolo en otras 6 categorías artísticas, lo que la convierte en una de las más premiadas de la historia, y eso, antes que una anomalía es a lo que le llaman la gloria de los Oscar y es lo que la sigue haciendo una premiación tanto admirada como incomprendida.