Roza no irrumpe de esa forma las violencias, sino que las describe; las muestra desde el ojo cinematográfico y desde las confrontaciones que recrea. Construye sus escenas desde el silencio que embarga a sus personajes sin ofrecer una posibilidad de revolución o liberación. Las formas de violencia social son cartografiadas desde los espacios de intimidad y desde las relaciones laborales. No es un cine digestivo porque estructura sus escenas desde una constante frustración, desde un lugar que parece no querer ser habitado.
